No creo mucho en las recuperaciones ni en los apoyos. Pienso que, en muchos casos, son una pérdida de tiempo que no solucionan el problema.
Las recuperaciones son muy difíciles de llevar a cabo de una forma satisfactoria porque se necesita cumplir una amplia serie de requisitos imprescindibles para que funcionen.
Primero, es necesario averiguar cuándo empezó a gestarse el problema en el niño y por qué causas. Después, contar con profesionales suficientemente preparados para articular un sistema de trabajo que incida directamente sobre el problema.
A veces, es necesario empezar a trabajar con el niño desde muy atrás, necesidad que no siempre es entendida ni en el medio familiar ni en el educativo. En varias ocasiones, en las que consideraba necesario empezar a trabajar con un niño el proceso lector desde las vocales, la respuesta solía ser unánime: “pero si ya sabe leer”. Lo de “saber leer” es absolutamente relativo: quien junta y separa palabras de forma totalmente arbitraria, que muy lentamente va descifrando sílaba a sílaba o letras sueltas a duras penas sin comprensión, ¿sabe leer? Para mí, no.
Esto que parece tan fácil escrito aquí en el papel y tan obvio, en la práctica no lo es.
Para conseguir “recuperar” a un niño, es imprescindible llevar a cabo un programa de intervención perfectamente adaptado al alumno, muy bien planificado y sistematizado durante un período largo de tiempo. La colaboración familiar y escolar son dos pilares absolutamente imprescindibles.
Para llevar a cabo este trabajo, el tiempo es un factor importante y el horario escolar es limitado.
Recuerdo con horror una temporada que tuve que “apoyar” en otras clases a los niños que tenían retraso escolar una o dos horas a la semana después de haber manifestando claramente mi desacuerdo con este tipo de “trabajo” y la inutilidad del mismo. La ley no estaba con “mis teorías»: había que hacer los apoyos dentro del aula.
El resultado fue igual de inútil y baldío tanto en el aula que iba una hora a la semana como en la que iba dos.
Los niños a los que yo iba a “recuperar” necesitaban otro tipo de trabajo totalmente diferente al que hacían los demás porque les fallaba la base para seguir la clase, eso era lo que yo tenía que “recuperar”. Para empezar, la tutora y yo estábamos continuamente interfiriéndonos en nuestro trabajo y los niños atendían en función del interés que suscitaba el trabajo que hacía cada una de nosotras o de la que hablaba más alto.
Después de intentar hacer algo útil, comprobé que con esos niños debía empezar por trabajar la expresión oral, pero al segundo intento lo dejé porque el resto de la clase estaba más atento a “nuestras conversaciones” que a lo que la tutora intentaba explicar en la pizarra.
Por otro lado, el trabajo que hacía una semana tenía que volver a repetirlo la semana siguiente porque, después de todos esos días sin trabajar, lo poco que habíamos aprendido, tanto los niños como yo, lo habíamos olvidado.
Total, un desastre. Éste fue el resultado de los apoyos que yo di.
Acerca de las recuperaciones pienso que, en la mayoría de los casos, sólo son necesarias cuando existen fallos en el proceso de «enseñanza-aprendizaje».