Lateralidad 2: lateralidad cruzada

la lateralidad cruzada

El ambidextrismo es la situación más común en los primeros años. En el proceso madurativo de su lateralidad, el niño utiliza una mano o la otra, un pie o el otro… usa indistintamente elementos del lado derecho o del izquierdo precisamente porque todavía no existe una clara dominancia lateral, aunque siempre exista un lado dominante.

En la mayoría de los casos, esta falta de definición va evolucionando y este período queda como un paso más antes de llegar a definir su lateralidad. Hay que tener en cuenta que no todos los niños consiguen los mismos objetivos ni en el mismo tiempo ni en el mismo momento, por lo que es necesario ser cuidadosos con el ritmo de cada alumno y tener en cuenta que los niños pasan por diferentes momentos evolutivos hasta que llegan a definir su lateralidad; además, también debemos tener presente el hecho de que en unos casos los niños llegan a definirla claramente y en otros casos no ocurre lo mismo y siguen manteniendo esta indefinición con el paso del tiempo.

La lateralidad cruzada

La lateralidad cruzada consiste en la dominancia asimétrica. Lo deseable sería que todos tuviésemos una dominancia clara: una lateralidad homogénea, que es cuando mano, pie, ojo y oído tienen una dominancia del mismo lado, ya sea del lado derecho o del izquierdo. Cuando la lateralidad no está convenientemente definida, cuando no hay una dominancia del  mismo lado, se dice que los niños o los adultos tienen lateralidad cruzada.

La lateralidad cruzada ojo-mano: el niño es diestro de mano y zurdo de ojo o al contrario, zurdo de mano y diestro de ojo. Esta situación es la más directamente relacionada con la adquisición de la lectura, de la escritura y con las dificultades surgidas en el proceso de aprendizaje de ambas. Los problemas de la lateralidad no sólo influyen en el aprendizaje de la lectura y de la escritura, tampoco sólo en aspectos relacionados con el rendimiento escolar en general, sino que influyen globalmente en el desenvolvimiento del alumno que la padece, aunque en algunos campos sea más visibles que en otros.

Dado que el desarrollo de la lateralidad es muy complejo, los alumnos deberían ser diagnosticados por personas experimentadas que fuesen capaces de hacerlo de una manera fiable, proporcionando a aquellos profesionales que trabajen con los niños, unas orientaciones claras que sirviesen para llevar a cabo un trabajo de manera conjunta que ayudase a superar las dificultades de estos alumnos.

Yo, sin una orientación previa, no podría llevar a cabo una labor de estas características con un niño que tuviese este tipo de dificultad. Domino un gran número de ejercicios dirigidos a tratar este tipo de problemas, pero no sería capaz de hacer una secuenciación acertada de los mismos, ni de distinguir qué tipo de actividades debería priorizar respecto a otras. Por esta y otras muchas razones, necesitaría ayuda de profesionales de otros campos: neuropsicológico, clínico, optométrico, etc. De esta manera, me sentiría segura haciendo mi trabajo y no me vería atenazada por las dudas que, en situaciones de incertidumbre, me crea el hecho de pensar que lo que hago puede no ser lo correcto.

La lateralización empieza a desarrollarse muy tempranamente en los niños. Martín Lobo, afirma que a los tres meses de edad comienza a observarse la dominancia de la mano derecha y afirma que “Es conveniente conocer la preferencia y la dominancia de ojo, oído, mano y pie desde los 4 años.”

“En nuestro país se habla de cifras muy elevadas de fracaso escolar y estamos convencidos de que más de la mitad de estos niños fracasan porque no han organizado correctamente su lateralidad diestra o zurda”

“Alrededor de los cuatro años, debemos descubrir cuál es el diseño lateral de cada niño, comprobar que este diseño aflore sobre una base de salud física, mental y afectiva y ayudarle a construirse como diestro o como zurdo en un ambiente emocionalmente sano y adaptado físicamente a sus necesidades. Y, siempre que tengamos dudas, el tema es suficientemente importante como para consultar con un profesional experimentado”

“Calculamos que entre un 20% y un 30% de la población llega a edad adulta sin una lateralidad bien desarrollada y eso tiene consecuencias graves, tanto desde el punto de vista personal, como desde el punto de vista sociológico, aunque no seamos conscientes de ello.”

CASPARINA V, CATALÁN J, FERRÉ J, MOMBIELA J.: El desarrollo de la lateralidad infantil Niño diestro-Niño zurdo. Ediciones Lebón S.L. Barcelona.2006.

 

Trabajando la lateralidad en el aula

He comprobado que durante el último curso de E. Infantil, muchos niños consiguen diferenciar «su» derecha e izquierda. Posteriormente saben cuando un objeto está a su derecha o izquierda sin una gran dificultad. Reconocer la izquierda y derecha sobre otra persona es muy difícil para los niños de 5 a 6 años. Piaget afirmaba que la integración del Esquema Corporal Lateralizado no se produce hasta los 10 ó 11 años, cuando el niño es capaz de reconocer la derecha e izquierda en las demás personas.

Cuando comprobaba mediante el seguimiento que le hacía a los alumnos que alguno de ellos no respondía de la forma que me parecía adecuada, pedía ayuda al psicólogo para que le hiciese las pruebas necesarias para determinar si había o no un problema de lateralidad.

Los niños empezaban a trabajar la I-D en su propio cuerpo. Al principio me costó mucho trabajo. Si yo no tenía claro lo que tenía que hacer ni cómo, difícilmente podía transmitir lo que quería enseñar y que mis alumnos se enterasen. La primera rutina que establecía en clase era la postura correcta al sentarse, la prensión correcta del lápiz… y hacía siempre una referencia a la I-D. Como los niños estaban sentados en mesas redondas, cuando yo les decía «Levantamos la mano D.» la clase era un descontrol tal que pensaba que nunca serían capaces de aprender cual era su mano D. Después leí en algún sitio que podía ser útil hacer en la mano D. una señal. El resultado era el mismo, cuando se olvidaban de la señal, cada uno levantaba la mano que le parecía. Otras veces alguno lo hacía bien pero cuando miraba al niño que tenía enfrente, como éste había levantado la contraria, cambiaba. Después de un tiempo considerable y de haberme desesperado unas cuantas veces comprobé que cuando hacía el mismo ejercicio con toda la clase de pié y mirándome a mí, los resultados eran bastante mejores. También comprobé que funcionaba mejor cuando me colocaba de espalda (todos en la misma dirección) en vez de hacer los ejercicios enfrente de ellos utilizando la mano (en este caso) contraria a la que utilizaban ellos.

Precisamente trabajando la lateralidad aprendí lo importante que eran las «referencias» como en casi todos los aprendizajes. Cuando estaban todos sentados o de pie pero en la misma dirección y tenían siempre las mismas referencias: la pared, los dibujos, la puerta, ventanas…se orientaban muchísimo mejor. De este modo, la derecha de todos estaba siempre del mismo lado. Al orientarse correctamente la mayoría de la clase, cuando alguno se equivocaba, rectificaba rápidamente y se corregía solo al ver a sus compañeros. Yo era incapaz de trabajar este aspecto cuando cada uno estaba orientado de una forma diferente. También funcionaba el hecho de que verbalizasen lo que hacíamos sólo cuando tenía la seguridad de que habían entendido perfectamente lo que tenían que hacer. De este modo la verbalización servía de apoyo positivo, de refuerzo.

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